sábado, 26 de julio de 2008

Deshojando



Se sentó a la espera de su llegada.
Vestía sus mejores galas.

Se había esmerado en disfrazarse el alma,
creyendo que él la miraría de la forma en la que se miran los enamorados.

Incrédula, pensaba que no lo merecía,
que su alma desnuda apenas valor tenía.

Ella sólo quería sentir y que él, y sólo él, fuera la fuente de ese sentimiento.

No le gustaban las cursilerías, las frases hechas ni la monotonía.

Ella sabía lo que quería aunque no cómo lo conseguiría.

Por más que se esforzase, por más que luchase, en el fondo creía que todo le quedaba grande.

Con sus miedos levantó una torre, inmóvil.
Era su refugio particular para cuando algo le salía mal.

Quizá había llegado el momento de hacerla desaparecer
o de hacer con esa torre un césped por el que correr,
por el que conseguir aprender a desnudar el alma, a no pensar que no vale la pena luchar por sentir aquel tintineo que esos ojos ajenos le brindaban cuando la miraban.

Por el momento prefirió seguir sentada con el alma cobijaba.

Él llegó y ella no se movió.

Apenas lo miró.
Huía de aquella mirada que tanto le gustaba.

¿Cobardía? ¿Estupidez?
Sólo ella lo sabe.









Sólo ella cree saberlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jo... esta entrada eres tú! definitivamente!!