sábado, 14 de febrero de 2009

Suena dentro.
Suena ahí fuera.

Al compás, siempre.


Te dejas llevar.

Lo intentas.
Lo consigues.

¿Lo quieres?

Por un momento crees, eres, quieres,... quieres.


Algún día, sí, algún día.

Una y otra vez.








Una y otra vez.
Por un momento... vale la pena.

Siempre ha valido la pena.


Ves color, todo a color. Te ciega.

Ciega que al cerrar los ojos por fin consigue ver.

Escucha, escucha.

Te repites, te convences.


Ahí viene
, casi lo has conseguido.

Calla.


Matas la escucha.

Por fin.


Y ahora, ¿qué queda?






4 comentarios:

Lust dijo...

no queda nada hasta que no asumes el vacío y te partes la polla o los ovarios de él, K. Deberías saberlo. Besos cocainómanos.

gloria dijo...

Es precioso K, es el silencio, es la nada inundándonos.
Un beso.

Tara dijo...

Queda gozar de la sensación personal e intransferible de pertener al más puro silencio, de estar fundida con la propia esfera temporal en la que estás… algo muy próximo a la felicidad extrema…

C. Chase dijo...

Todos los hombres, mujeres y niños deberían ver el desierto, al menos, una vez antes de morir. No hay nada en kilómetros a la redonda. Nada excepto arena, rocas, cactus y el cielo azul. No hay ni un alma, ni sirenas, ni alarmas de coche, nadie agobiándote, ni locos soltando tacos o meando en la calle. Allí encuentras el silencio. Encuentras la paz. Encuentras a Dios.
Así que, conduciremos hacia el oeste…