sábado, 6 de marzo de 2010

Sueño de una noche de invierno.
Paladar roto. Manchas color rojo.

Locura extrema al buscar la salida, ya no lo hago poco a poco, ahora quiero vivir rápido.

Onomatopeyas que se acumulan en el sofá con paisaje glaciar.
Intoxícome, al natural, con un toque agrio, como de costumbre.
Quizá sea yo, quizá tú y... ya no hay nadie más.

Ey, ¿recuerdas dónde puse la espiral?
La última vez que la vi estaba en ese sofá, miré a otro lado y... ¿dónde andará?

Ey, ¿recuerdas dónde puse el boliche?
La última vez que lo vi tú jugabas y yo miraba, te miré a la cara y... ¿dónde andará?

Deja, deja, lo hago yo sola. Déjame andar, no me saques de aquí, ya aprenderé a sonreír y a buscar, a observar y a sumar -con los dedos-.
Ni guaguas ni taxis ni trenes ni transportes en los que poder esperar.
Ésto se mueve, tan rápido como el boliche. En cuanto dejes de mirar, ya no estará.

Puta génesis.

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